domingo, 22 de junio de 2014

EL ARTE HECHO DANZA

Horas de inalcanzable cansancio. Una constante lucha de sacrificios en pro amor al arte. Un constante culto al ritmo irrefrenable del propio cuerpo y venta directa al por mayor del alma al diablo del perfeccionismo.

Cercado
Katherine Sheyla Surco Labra
Katherine.surcolabra@gmail.com

La música es una prolongación de la personalidad, una extremidad unida directamente al alma, que dirige sus vidas. La danza no es solo un hobby para ellos, también es un trabajo, y no cualquier otro. No es un desgaste físico que implica pasar el rato como cuando una va el gimnasio; sino requiere un duro esfuerzo a nivel físico y psicológico, como es el de los atletas olímpicos.  Y eso lo tiene bien en claro la academia de ballet de Cecilia Obregón, que cuenta con el respaldo del RAD (Royal Academy of Dance), una de las más grandes instituciones dedicadas a la enseñanza del ballet a nivel mundial.

Los bailarines profesionales de esta academia, desde que nacen están dotados de cualidades físicas especiales que los hacen perfectos para ello. Aun cuando son pequeños, entrenan diariamente, pero todavía no son conscientes de ello. Su diversión es la danza.

Una vez que son adultos, y llevan 10 o 15 años dedicándose a ello, entran en compañías de danza a trabajar, en las que llegan a entrenar entre 6 y 8 horas diarias, a un altísimo nivel, casi de atletas de élite, cosa que sólo ellos pueden hacer.

Su trabajo no se limita a aprenderse una coreografía y a moverse por el escenario acrobáticamente. Realmente quien sabe escuchar la música clásica, aprecia la delicadeza y la milimétrica precisión de los movimientos del bailarín. Estos, escuchan la música y la hacen suya, la tocan con sus movimientos y crean la armonía entre ésta y la danza.

Llegó el día en que debían de presentar una de sus obras más representativas, que les tomó 5 meses de dedicación, esfuerzo, sudor y lágrimas: “La Bestia. Historias que migran… historias con rostros”. Todos había marchado bien en los entrenamientos; pero el miedo y nerviosismo se apoderaba de ellos aquella noche. En el escenario se abrazaron, deseándose mucha suerte. No quedaba nada, los presentaron, bajan las luces, se escuchan los aplausos, y comienza la música. Se siente un ambiente tenso, ya no importa la técnica, solo disfrutar de la puesta en escena.

La perfecta armonía entre los cuerpos y sus mentes, la agilidad, coordinación, destreza, equilibrio corporal y flexibilidad hicieron de esa noche una gran gala.  A demás del montaje escénico, dirigido y coreografiado por Cecilia Obregón, donde una mujer se ve orillada a abandonar a su familia y emprender un viaje en busca de mejores oportunidades de vida. Mostraron originalidad, perfeccionismo, creatividad y versatilidad.

Después del glamour de las luces, los aplausos, los vestuarios de ensueño, el maquillaje, viajes con todos los gastos pagados y el constante alimento del ego disfrazado de artista, se esconde el otro lado de la luna:   el dolor de las interminables lesiones físicas y el rechazo al propio cuerpo, esclavo del espejo y nunca suficientemente perfecto.  Pero, a pesar de ello, la competencia con uno mismo o los demás fortalece la pasión por el arte de bailar, y los consagra.

Her­mo­sura y ele­gan­cia se con­vierte en una fan­tasía al inter­pre­tar el ballet. Más allá del “tutú” y las zap­atil­las de salto, se envuelven habil­i­dades de gran valor. Es otro día y una nueva serie de ejercicios han de practicarse en torno a la puesta en escena del Quijote, otra danza contemporánea.

UNA REVANCHA EN ZAPATILLAS DE BALLET

Hace cuatro años una severa lesión la sacó de los escenarios. Le dijeron que no volvería a danzar, pero Alejandra Nuñez se recuperó y se convirtió en una las bailarinas arequipeñas principales del Ballet Nacional. Ella formó parte de la academia de ballet de Cecilia Obregón, su primer alma máter. La semana pasada inauguró la temporada de SALOMÉ, una propuesta de danza contemporánea, donde fue la figura principal.

Fue el 18 de marzo del 2010 cuando se derrumbó en pleno ensayo. Su pierna izquierda no resistió, se rompió los ligamentos y los meniscos. Alejandra Nuñez Zavaleta pensó, por un momento, que todo había acabado. Cuando despertó en la clínica, su madre le contó que la intervención quirúrgica había sido exitosa; pero que tendría dos tornillos de titanio de dos por cuatro centímetros en la rodilla. Su médico le dijo: “Dedícate a otra cosa. La operación es muy rigurosa, no te vas a recuperar”. Alejandra recuerda que no lloró. Pensó en el ballet, lo que más la apasiona, y luego canceló todas sus presentaciones. Se miró postrada y planificó volver a la danza en el menor tiempo posible.

Salomé es una obra demasiado importante para Alejandra, sobre todo porque su vuelta a los escenarios, hace un año, fue como bailarina solista- no principal, en la obra Polos Opuesto. Su médico le había prohibido dar saltos y cuando la maestra y directora del Ballet Nacional, le propuso el papel, su negativa fue rotunda. El miedo a volver era una de sus razones, pánico escénico. Pero todas sus dudas se esfumaron cuando se calzó las zapatillas, se puso el vestuario, e imaginó el calor de la gente, la energía viajando hacia ella y la ovación inacabable.

Desde este año ha comenzado con un proyecto que le ocupa las tardes y noches: su academia de ballet. Donde van niñas de tres años hasta adolescentes con ímpetu de bailarinas. Cada vez que atiende a una nueva alumna comprueba que la vida es cíclica y que las historias suelen repetirse.  Ella dice que el ballet es un amor no correspondido, se muere por él, pero sufre mucho. Busca la perfección y es competitiva, despierta envidias, porque el papel que protagoniza es el más codiciado.

Alejandra se encuentra en una etapa de despegue y, antes de buscar la internacionalización, quiere hacer escuela en el Perú. “Me gustaría llevar a danza clásica a las personas que no pueden pagar una clase de ballet porque simplemente no tienen los recursos”, detalla.  Su academia – ubicada en calle los Arces 104-Sachaca-demuestra sus ganas de enseñar. Aún no encuentra los fondos para desplegar su altruismo, pero no duda que las empresas privadas la apoyarán en su cometido.


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